jueves, 4 de noviembre de 2010

El Arte por el Arte

Lo cuenta Yuri Trifonov –el autor de La Casa en la Orilla- en su novela Estudiantes. Estando el pintor Vereschaguin en Asia Central al lado de las tropas rusas trabajando en uno de esos cuadros suyos tan llenos de cadáveres y en los que tan cercana se siente la muerte, quedóse en un momento dado sin modelo para pintar. Un solícito oficial se puso inmediatamente a su disposición y mandó fusilar a uno de los prisioneros de guerra hechos en algún combate anterior para que el pintor pudiera continuar su obra.















La anécdota –verdadera o falsa no lo sabemos- sirve a Trifonov (al Trifonov de 1950, en pleno realismo socialista) para criticar las teorías de los partidarios del “arte por el arte” y para defender la necesidad de que los artistas se comprometan con la transformación de la sociedad de su época.
El argumento se repite en una película de 1994, Before the Rain, ambientada en la Yugoslavia en guerra de la época. En ella, un fotógrafo también logra unas excepcionales fotografías que le valen el reconocimiento en su profesión… a costa de la vida de los modelos.
¿Cuántas otras obras de arte guardan, como éstas, algún que otro cadáver en el armario…?

domingo, 17 de octubre de 2010

El Sueño del Herrero

Ofrecemos a los lectores de Letras de Rusia este pequeño artículo publicado en la revista Tainy Zviozd este verano:

"El obrero metalúrgico Nikolai Shustrov tiene una bien ganada fama de luchador por la justicia entre sus compañeros de la fábrica Autodiesel de Yaroslavl. Y todo porque un buen día, sin pensárselo dos veces, invitó personalmente a Vladimir Putin a visitar la empresa y a ver con sus propios ojos el estado lamentable en el que se encuentra. Shustrov, de 29 años, se decidió a escribir a Putin, cuando vio que terminaban en fracaso todos sus intentos de que la dirección de la fábrica hiciera justicia. Le escribió que en realidad le engañaban y le enseñaban sólo los talleres que estaban en buen estado, mientras que no veía las condiciones reales de trabajo. Y terminaba invitándole a visitar su taller y ver el desastre que era aquello.
Escribió aquella carta y no volvió a acordarse de ella. Pero un buen día Vladimir Vladimirovich cogió y se plantó en la fábrica. El herrero Nikolai no daba crédito a sus ojos cuando vio allí a tan importante huésped.
-Tengo que reconocer que estaba muy nervioso –reconoce el chaval. ¡Cómo iba a pensar que Putin agarraría y respondería a mi petición!
-Bueno, Nikolai, enséñame tu empresa –le dijo a Shustrov el Primer Ministro.
-¡Qué le puedo enseñar…! –dijo el obrero abriendo sus brazos. –Puede verlo usted mismo, Vladimir Vladimirovich. Hay basura y suciedad por todas partes.
Alrededor de Shustrov y de Putin se estaba juntando una auténtica multitud. La gente de la fábrica estaba esperando la reacción de este visitante tan importante.
-Bueno –empezó Putin, abarcando a los presentes con su mirada. -Ya puedo ver las condiciones en las que trabajáis. Y tengo que decir que he estado en sitios mucho peores… Está claro que vuestro taller no es que sea ninguna maravilla, pero es que tiene 50 años… Hace poco he estado en otra empresa en la que fabrican maquinaria y que ha sido construida por japoneses. Ahí sí que hay otras condiciones: está limpio, no hay ruido, allí da gusto trabajar…
-¿A lo mejor nos podrían contratar allí? –se atrevió a preguntar Nikolai.
-¡Hombre, no te pases, no te pases…! –dijo Putin riéndose. -Podría ser que os cogieran allí, pero tendríais que mejorar vuestra formación… De todas formas irse a otra fábrica no resuelve el problema. Hay que intentar que las condiciones de trabajo sean dignas en todas nuestras empresas.
-Putin prometió remediar nuestros problemas –recuerda ahora Nikolai. -¡Y cumplió su palabra!
Después de la visita del Primer Ministro, las condiciones de trabajo en
Autodiesel mejoraron sustancialmente. Se tomó, por ejemplo, la decisión largamente esperada de suprimir el turno de tarde en la época de calor, cuando el trabajo de los obreros metalúrgicos es especialmente penoso; además, en la zona de hornos empezaron a repartir a los obreros agua con gas. Y, a pesar de todo, nuestro herrero continúa soñando con trabajar… en la fábrica japonesa que alababa Putin.
-Aunque es muy difícil que me cojan allí –suspira el joven herrero. -¿Quién se atreve a contratar a personas como yo que no nos mordemos la lengua y a los que nos gusta decir las verdades a la cara?

martes, 7 de septiembre de 2010

Los Primeros Turistas Norteamericanos en la URSS

Ofrecemos a los lectores de Letras de Rusia este pequeño artículo publicado en el nº 28 de la Revista Ogoniok, el pasado 19 de julio:

"50 años atrás, Ogoniok publicó un reportaje sobre la visita a la URSS de uno de los primeros grupos de turistas americanos. En principio, los intercambios turísticos habían dado comienzo en 1953, cuando llegaron a Sochi, a bordo del buque Olimpia, 450 americanos. Como reflejaban los periódicos de la época, también los turistas soviéticos visitarían América: fundamentalmente estajanovistas y otros trabajadores premiados por su alta productividad. Pero estos intercambios eran muy puntuales y normalmente sólo se visitaba Moscú o Sochi. En 1960, sin embargo, empezaron a circular los primeros autobuses con turistas por las ciudades del “anillo de oro”. A bordo de uno de aquellos autobuses estuvieron los reporteros de Ogoniok. “A las diez de la mañana se abría la frontera ruso-finlandesa –escribía Alexandr Uzlian, famoso periodista de la época. Los primeros en llegar son nuestros vecinos finlandeses, que van en un moskvich ya curtido en las carreteras soviéticas. Unos jóvenes ingleses cumplen con las formalidades aduaneras. “Y eso que en Inglaterra nos decían que era muy difícil entrar en la URSS” –comentan un poco sorprendidos. A la una llega un autobús con turistas de EE.UU. Para nosotros, este viaje ofrecía pocas cosas de interés. Para nuestros compañeros de viaje americanos, sin embargo, todo era interesante. Los americanos pudieron tomar contacto con la realidad de las pequeñas ciudades rusas –tan alejada de los lugares comunes de la propaganda-, pudieron comprobar cómo las películas americanas se estrenaban en nuestros cines y una y otra vez les sorprendía la hospitalidad rusa…” En ese mismo reportaje se explicaban las normas de comportamiento con los extranjeros para los ciudadanos soviéticos. “La mayor sorpresa para los americanos es la hospitalidad que saben demostrar las gentes soviéticas. Por ejemplo, en un momento dado, el grupo se fue a Petrodvorets y, sin embargo, Mr King, especialista en óptica, decidió quedarse en Leningrado. La lluvia, sin embargo, trastocó todos sus planes y se vio obligado a esperar a que escampara en un portal. En ese mismo portal se había refugiado el joven ingeniero Vadim Gavrilov, que hablaba inglés aunque con alguna dificultad. Gavrilov y King enseguida hicieron buenas migas y, cuando la lluvia cesó, Vadim invitó a King a su casa. Cuando terminaron de comer, King le preguntó: “¿Qué puede hacer la gente de a pie como nosotros para que nuestros países puedan vivir en paz?” Y Vadim con gran tranquilidad, sin pensárselo dos veces y sin dejar de sonreír, contestó: “Antes que nada es importante que le cuente la verdad sobre este viaje a sus amigos”.
[Pie de foto: “Unos años más tarde, los órganos de seguridad crearían un registro especial para tener controlados a esos hospitalarios ciudadanos soviéticos que se lanzaron a conocer un poco más de cerca a aquellos primeros turistas americanos"]

domingo, 20 de junio de 2010

Raphael en Rusia (II)

Hasta tal punto era popular Raphael en la URSS que llegó a hacer cuatro giras en los años 70. Se filmó incluso un documental allí con Raphael como protagonista.
Traemos aquí ahora una descripción de la primera gira del cantante en la Unión Soviética que hemos encontrado en el sitio "Mi Raphael": "En la primavera de 1971, en las calles de Moscú y Leningrado, aparecieron carteles que anunciaban la gira de Raphael en la URSS. Las entradas se vendieron de forma casi instantánea. La gente durmió ante las taquillas la noche anterior a que diera comienzo la venta para conseguir una entrada para los conciertos.
Una cola de miles de personas se extendía varios kilómetros ante las taquillas del Palacio de los Deportes de Luzhniki. Patrullas de la policía a caballo vigilaban la cola para evitar desórdenes. Al día siguiente, en todos los puntos de venta de entradas de Moscú, incluidos los kioscos de las estaciones de metro, aparecieron carteles en los que podía leerse en grandes letras que se veían desde bien lejos: “No hay entradas para los conciertos de Raphael”. ¡Semejante expectación hacía tiempo que no se vivía en Moscú!
Raphael aterrizó en Moscú el 21 de abril e, inmediatamente, se trasladó a Leningrado, donde tuvieron lugar sus primeros conciertos. Ofreció diez recitales en la Casa de Cultura “Gorki” y en la Sala de Conciertos “Oktiabrsky”. ¡El éxito fue apoteósico! Raphael estaba tan profundamente conmovido por la excepcional acogida del público de Leningrado, tan cálida y tan cercana, que decidió allí mismo ofrecer otros tres conciertos en la ciudad del Neva cuando terminara sus actuaciones en Moscú.
El 3 de mayo, de mañana, Raphael llegó a la capital en el tren “Flecha Roja” y, en el andén de la estación, ya le estaban esperando sus fans. Los primeros cuatro conciertos –entre el 4 y el 7 de mayo- tuvieron lugar en el Palacio de los Deportes de Luzhniki en un ambiente de auténtico delirio. Los afortunados poseedores de una entrada iban desde la estación de metro de “Sportivnaya” hasta el Palacio de Deportes flanqueados, a ambos lados del bulevar, por grupos de personas que preguntaban si no tenían una “entrada de sobra”.
Y por fin Raphael salió a escena y, bajo las altas bóvedas del Palacio de los Deportes, se pudo escuchar su voz excepcional. Los 14.000 espectadores se unieron en una ovación para recibirle y, aunque no entendían las palabras, le aclamaron sin dudarlo porque Raphael ¡había logrado ganarse sus corazones! Su arrebatadora espontaneidad y su entrega total conectaron inmediatamente con el alma tan sensible de los rusos. ¡Fue un gran triunfo!
Al día siguiente, el 5 de mayo, era el cumpleaños de Raphael y, en aquella ocasión, lo celebró dos veces. La primera junto al público moscovita en la escena del Palacio de los Deportes, en la cual habían dispuesto una enorme tarta. La segunda, ya entrada la noche, en la Plaza Roja, soplando las velas de una tarta más pequeña, en compañía de las personas que le acompañaban: su
manager Francisco Gordillo, su fotógrafa personal Juana Biarnés y el director Cesar Gentili.
Después de sus actuaciones triunfales en Luzhniki, Raphael ofreció otros conciertos en Moscú: en el Teatro de la Estrada, en el Teatro de la Opereta, en la Sala de Conciertos “Octubre” y en la Universidad Estatal de Moscú. ¡El éxito fue grandioso! Ni que decir tiene que, en los alrededores del hotel Metropol, en el que se alojaba Raphael, había permanentemente una multitud que quería verle en persona aunque fuera un minuto. Dejando la capital en tal estado de conmoción, Raphael voló a Leningrado, donde dio otros tres conciertos en el Teatro de la Comedia Musical y en la Casa de Cultura “Gorki”, después de lo cual volvió a España (…).
A pesar de lo intenso de la gira, Raphael tuvo tiempo para un pequeño programa cultural. En Leningrado visitó el Hermitage y, en Moscú, la Plaza Roja, las Colinas de los Gorriones (entonces Colinas de Lenin) y el Kremlin, con sus incomparables catedrales. Conoció también al famoso portero de fútbol Lev Yasin y visitó la escuela de coreografía del Teatro Bolshoi.
"

Raphael en Rusia (I)


En las pasadas fiestas de San Isidro en Madrid, recordaba el pregonero de honor, el cantante Raphael, que era la segunda vez que le invitaban a realizar el pregón de las fiestas: la primera vez fue en los años 70, pero en aquella ocasión hubo de renunciar porque estaba de gira... ¡en Rusia! ¿Sorprendente, no? Raphael de gira en la Unión Soviética en plena guerra fría (recordemos que la España de Franco ni siquiera tenía embajada ante la URSS...).

Más sorprendente ha sido todavía investigar un poco en esta historia de las giras del "ruiseñor de Linares". La primera sorpresa fue preguntar a los moscovitas de la generación que ahora tiene entre 50 y 60 años. No sólo es que conozcan a Raphael: es que todo el mundo lanza un suspiro (sobre todo las señoras, la verdad sea dicha...) como diciendo "no sabes lo que fue aquello".

Y es que Raphael era una estrella como pocas en la Unión Soviética de aquella época: de esas que tienen fans fatales que siguen a todas partes a sus ídolos. La tremenda popularidad de Raphael en el país de los soviets parece venir de la película Digan lo que Digan (1967).

Aún hoy se sonrojan aquellas jovencitas de los 70, recordando lo prendadas que estaban de Raphael, cómo recorrían todo Moscú para hacerse con sus discos y lo que sufrían por los desengaños amorosos del Raphael de celuloide. Cuando los institutos de toda la Unión Soviética estaban llenos de chicas dispuestas a enamorarse -si no lo estaban ya- del de Linares, ¡cómo podía estar él tan ciego de seguir a aquellas actrices! ¡Y además tan poco agraciadas...! No podían entenderlo entonces... y siguen sin entenderlo ahora.

Alguna de estas admiradoras guarda todavía en algún cajón las fotografías que hacían desde las últimas filas de la sala de conciertos, reveladas a altas horas de la noche para llevarlas al instituto al día siguiente.

Y alguna recuerda con nostalgia el día que logró ver al ídolo a la salida del Metropol, entre una multitud de admiradores que se agolpaba cada día para intentar verle...

Todo el que ha sido alguna vez fan de algún ídolo entiende perfectamente lo que sentían entonces... Y, sin embargo, cuesta imaginarse un fenómeno así en la ceñuda Unión Soviética de Brezhnev...

lunes, 14 de junio de 2010

La Guerra y la Paz de Zapatero

Vuelve a estar de moda L. N. Tolstoi. Además del libro publicado por Nortesur con los recuerdos de Máximo Gorki sobre el autor de Anna Karenina, acaba de estrenarse una película con el aparentemente poco atractivo argumento de los últimos días del escritor ruso y su conflicto final con su mujer, Sofia Andreevna.
Pero no teman: estamos casi seguros de que será una moda pasajera y, dentro de unos pocos días (semanas en el mejor de los casos), las cosas volverán a su cauce normal y Tolstoi volverá a ser patrimonio exclusivo de adolescentes a los que algún profesor entusiasta tratará de hacérselo leer...
En estos días de tribulación de la economía española, sin embargo, quizá merecería la pena desempolvar la (por otro lado más que discutible) teoría de Tolstoi, expuesta en Guerra y Paz, sobre la futilidad de los esfuerzos e iniciativas de los grandes hombres de Estado, marionetas, según Tolstoi, en manos de la Historia.
Cada vez que hemos visto a Zapatero estos días podríamos haber recordado al Napoleón de Guerra y Paz -a él y al resto de príncipes, generales, etc.-, que creíanse poderosos, como si de sus decisiones dependiera el destino de millones de personas y de países enteros... Cuando, en realidad, eran poco más que una hoja en el viento de la Historia.
Así aparecían el otro día Felipe y Zapatero -ya, a día de hoy, tan reliquia el uno como el otro- a los que tantas veces hemos visto defender lo contrario de lo que se proponían hacer, prisioneros de las circunstancias y, sin embargo, defendiendo a capa y espada su papel histórico, la conciencia de estar tomando las decisiones que necesita el país, etc. etc.
Ninguna escena de la actualidad confirmaría mejor la teoría de Tolstoi...

lunes, 24 de mayo de 2010

Cadillac Solitario

Recientemente se ha conocido la intención de las más altas magistraturas de la Federación Rusa de abandonar los automóviles de importación como coches oficiales, para volver a utilizar las limusinas de las fábricas rusas de toda la vida. La idea ha recibido toda clase de parabienes -a los que no tenemos ninguna clase de problema en unirnos- posibilitando el ejercicio, tan querido por los rusos (pero no exclusivo de ellos), de la fascinación por el poder.
Siguiendo este hilo, la agencia Ria Novosti ha publicado una curiosísima serie histórica de fotografías en las que pueden verse los coches oficiales (y no tan oficiales) de los líderes soviéticos y los de la Rusia contemporánea: desde los Rolls Royce de Lenin, hasta los todoterrenos de Vladimir Putin.
La serie contiene un pie de foto que, en tres líneas cuenta una historia fantástica: una anécdota increíble de los tiempos de la guerra fría. Aunque en este caso es como "la guerra fría al revés". La historia de cómo el Secretario General del Partido Comunista más importante del mundo usó a su servicio diplomático para conseguir un Cadillac Eldorado, del que se había encaprichado. Y de cómo su homólogo americano consiguió que se montara un modelo exclusivo para Brezhnev en tres días y, al cuarto día, se enviara a Moscú para que estuviera listo para su visita. ¡Sorprendentes tratos entre tan feroces enemigos...!
La historia es también un ejemplo de cómo la permanencia excesiva en el poder provoca una pérdida alarmante de contacto con la realidad y de las virtudes, pues, de limitar la estancia en esos altos cargos, sean estos de líderes de partidos únicos o de las más asentadas democracias.

lunes, 17 de mayo de 2010

Back to the Future

Hace unos días, el 9 de mayo, Rusia celebró el 65 aniversario de la Victoria en la II Guerra Mundial. Sigue siendo ésta una conmemoración muy querida por los rusos (y, según y como, también en muchas de las antiguas repúblicas soviéticas). La fiesta, además, ha vivido un renacer desde comienzos de este siglo, coincidiendo con la política de reafirmación nacional del Presidente Putin y un cierto renacer del orgullo nacional ruso. Si los noventa fueron años de rechazo al pasado soviético, los primeros años del siglo XXI presenciaron un revival cada vez más abierto de todo lo que tenía que ver con la URSS.
Como ejemplo, en 2005, se inició una campaña de reivindicación de la Victoria en la II Guerra Mundial (o Gran Guerra Patria, como se conoce habitualmente en Rusia a esta contienda). La campaña fue iniciada por la agencia estatal de noticias RIA Novosti y consistía en portar una cinta negra y naranja (la "cinta de San Jorge", que reproducía los colores de la cinta usada en las medallas "a la Gloria" concedidas durante la guerra) y tuvo inmediatamente un gran éxito, haciéndose omnipresente en coches, bolsos, etc.
Este año, el desfile de la Victoria, ejecutado como sólo los rusos saben hacerlo, ha sido seguido por muchos medios de comunicación internacionales por que en él, por vez primera, han participado soldados de la OTAN, con la visita destacada de la Canciller alemana Angela Merkel. Fuera de las fotos oficiales, es posible hacerse una idea aproximada de lo que podría haberse observado ese día en las calles de Moscú con las fotos de Ilia Varlamov. Son una buena ilustración -con esa profusión de retratos de Stalin mostrados por los nostálgicos del antiguo régimen- del papel controvertido de la Unión Soviética y el significado de su victoria en la II Guerra Mundial.
Quedémonos, sin embargo, con la mirada eternamente orgullosa y entusiasta de los veteranos, a los que pronto se echará de menos en esas mismas calles de Moscú.

sábado, 6 de marzo de 2010

Hugo Schmeisser en Izhevsk

Entre 1946 y 1952 los habitantes de la provinciana ciudad de Izhevsk convivieron con un grupo de especialistas alemanes que llegaron allí con sus familias. El más ilustre de aquel grupo era el famoso diseñador de armas Hugo Schmeisser. Ni la época, ni la ciudad, ni el origen de aquellos visitantes eran casuales.
En aquella época, se podían encontrar en las ciudades de la Unión Soviética muchos alemanes que trabajaban en la reconstrucción del país, destrozado por la guerra. No eran, como puede suponerse, trabajadores voluntarios. Se trataba bien de prisioneros de guerra, bien de especialistas y técnicos traídos de Alemania desde las zonas de ocupación soviética. Unos y otros pudieron regresar a sus casas sólo en los años 50.
La ciudad a la que tuvo que encaminarse el grupo de Schmeisser, Izhevsk, era uno de los mayores centros de la industria armamentística soviética. La ciudad, casi desde sus orígenes, estaba especializada en la fabricación de armas y a ella, un año más tarde, llegaría para empezar a fabricar su mítico AK-47, el archiconocido diseñador de armas soviético Mijail Kalashnikov. Nada dice este último en sus memorias sobre Schmeisser, pero no cabe duda de que se conocieron y de que los conocimientos e investigaciones del alemán serían del máximo interés para los diseñadores de la URSS. No en vano Schmeisser había sido el creador, en 1944, del que se considera primer fusil de asalto de la historia, el Sturmgewehr 44.
La historia de cómo transcurrieron esos años de exilio y trabajo forzoso más allá de los Urales se ha perdido, envuelta seguramente en los secretos de la industria militar soviética. Quizá aparezca alguna vez como dicen que encuentran cartas y objetos de los soldados alemanes los actuales propietarios de los pisos de los rascacielos estalinistas de Moscú cuando hacen alguna obra...