lunes, 24 de mayo de 2010

Cadillac Solitario

Recientemente se ha conocido la intención de las más altas magistraturas de la Federación Rusa de abandonar los automóviles de importación como coches oficiales, para volver a utilizar las limusinas de las fábricas rusas de toda la vida. La idea ha recibido toda clase de parabienes -a los que no tenemos ninguna clase de problema en unirnos- posibilitando el ejercicio, tan querido por los rusos (pero no exclusivo de ellos), de la fascinación por el poder.
Siguiendo este hilo, la agencia Ria Novosti ha publicado una curiosísima serie histórica de fotografías en las que pueden verse los coches oficiales (y no tan oficiales) de los líderes soviéticos y los de la Rusia contemporánea: desde los Rolls Royce de Lenin, hasta los todoterrenos de Vladimir Putin.
La serie contiene un pie de foto que, en tres líneas cuenta una historia fantástica: una anécdota increíble de los tiempos de la guerra fría. Aunque en este caso es como "la guerra fría al revés". La historia de cómo el Secretario General del Partido Comunista más importante del mundo usó a su servicio diplomático para conseguir un Cadillac Eldorado, del que se había encaprichado. Y de cómo su homólogo americano consiguió que se montara un modelo exclusivo para Brezhnev en tres días y, al cuarto día, se enviara a Moscú para que estuviera listo para su visita. ¡Sorprendentes tratos entre tan feroces enemigos...!
La historia es también un ejemplo de cómo la permanencia excesiva en el poder provoca una pérdida alarmante de contacto con la realidad y de las virtudes, pues, de limitar la estancia en esos altos cargos, sean estos de líderes de partidos únicos o de las más asentadas democracias.

lunes, 17 de mayo de 2010

Back to the Future

Hace unos días, el 9 de mayo, Rusia celebró el 65 aniversario de la Victoria en la II Guerra Mundial. Sigue siendo ésta una conmemoración muy querida por los rusos (y, según y como, también en muchas de las antiguas repúblicas soviéticas). La fiesta, además, ha vivido un renacer desde comienzos de este siglo, coincidiendo con la política de reafirmación nacional del Presidente Putin y un cierto renacer del orgullo nacional ruso. Si los noventa fueron años de rechazo al pasado soviético, los primeros años del siglo XXI presenciaron un revival cada vez más abierto de todo lo que tenía que ver con la URSS.
Como ejemplo, en 2005, se inició una campaña de reivindicación de la Victoria en la II Guerra Mundial (o Gran Guerra Patria, como se conoce habitualmente en Rusia a esta contienda). La campaña fue iniciada por la agencia estatal de noticias RIA Novosti y consistía en portar una cinta negra y naranja (la "cinta de San Jorge", que reproducía los colores de la cinta usada en las medallas "a la Gloria" concedidas durante la guerra) y tuvo inmediatamente un gran éxito, haciéndose omnipresente en coches, bolsos, etc.
Este año, el desfile de la Victoria, ejecutado como sólo los rusos saben hacerlo, ha sido seguido por muchos medios de comunicación internacionales por que en él, por vez primera, han participado soldados de la OTAN, con la visita destacada de la Canciller alemana Angela Merkel. Fuera de las fotos oficiales, es posible hacerse una idea aproximada de lo que podría haberse observado ese día en las calles de Moscú con las fotos de Ilia Varlamov. Son una buena ilustración -con esa profusión de retratos de Stalin mostrados por los nostálgicos del antiguo régimen- del papel controvertido de la Unión Soviética y el significado de su victoria en la II Guerra Mundial.
Quedémonos, sin embargo, con la mirada eternamente orgullosa y entusiasta de los veteranos, a los que pronto se echará de menos en esas mismas calles de Moscú.