Entre 1946 y 1952 los habitantes de la provinciana ciudad de Izhevsk convivieron con un grupo de especialistas alemanes que llegaron allí con sus familias. El más ilustre de aquel grupo era el famoso diseñador de armas Hugo Schmeisser. Ni la época, ni la ciudad, ni el origen de aquellos visitantes eran casuales.
En aquella época, se podían encontrar en las ciudades de la Unión Soviética muchos alemanes que trabajaban en la reconstrucción del país, destrozado por la guerra. No eran, como puede suponerse, trabajadores voluntarios. Se trataba bien de prisioneros de guerra, bien de especialistas y técnicos traídos de Alemania desde las zonas de ocupación soviética. Unos y otros pudieron regresar a sus casas sólo en los años 50.
La ciudad a la que tuvo que encaminarse el grupo de Schmeisser, Izhevsk, era uno de los mayores centros de la industria armamentística soviética. La ciudad, casi desde sus orígenes, estaba especializada en la fabricación de armas y a ella, un año más tarde, llegaría para empezar a fabricar su mítico AK-47, el archiconocido diseñador de armas soviético Mijail Kalashnikov. Nada dice este último en sus memorias sobre Schmeisser, pero no cabe duda de que se conocieron y de que los conocimientos e investigaciones del alemán serían del máximo interés para los diseñadores de la URSS. No en vano Schmeisser había sido el creador, en 1944, del que se considera primer fusil de asalto de la historia, el Sturmgewehr 44.
La historia de cómo transcurrieron esos años de exilio y trabajo forzoso más allá de los Urales se ha perdido, envuelta seguramente en los secretos de la industria militar soviética. Quizá aparezca alguna vez como dicen que encuentran cartas y objetos de los soldados alemanes los actuales propietarios de los pisos de los rascacielos estalinistas de Moscú cuando hacen alguna obra...