Rusia sigue siendo, en parte, un gran desconocido. Rusia (su cultura, sus gentes) se halla en un interesante punto intermedio en el continuo entre lo conocido y lo desconocido. Porque, por un lado, el sostenido interés por los asuntos rusos (antes soviéticos) ha hecho que dispongamos de muchas más fuentes de información, sobre todo ahora que se trata de un país mucho más abierto. Pero, por otro lado, sigue produciendo acontecimientos, modos de pensar, personalidades extraordinarias que llaman poderosamente la atención del público y producen una fascinación que no parece haber decaído con la desaparición de la Unión Soviética.
A diferencia de otros territorios puramente exóticos, de Rusia parecemos conocerlo todo... y sin embargo no deja de sorprendernos. Si estuviéramos hablando de, pongamos, Papúa Nueva Guinea estaríamos predispuestos a lo exótico/extraordinario. Si estuviéramos, por ejemplo, en París, claramente el territorio de lo extraño y fuera-de-lo-común estaría muy muy acotado. Rusia tiene, sin embargo, esa fascinación que produce que de lo conocido/accesible surja lo excepcional/fascinante.
Y, esta tierra fronteriza entre lo conocido y lo desconocido/extraordinario es territorio abonado para la aparición de charlatanes, cantamañanas, expertos recién salidos del horno, etc. Que, porqué negarlo, también tienen su encanto... La historia de las mixtificaciones sobre Rusia es bien larga, empezando por el archiconocido viaje del Marqués de Custine. Pero, basta por hoy. Estoy seguro de que volveremos sobre el tema. En el próximo artículo, un mixtificador de poca monta de la radio española actual, para ilustrar de un modo divertido lo escrito aquí...
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