viernes, 18 de septiembre de 2009

Peter Palchinsky y la industrialización soviética


Habrá quien piense que nada podría resultar más atractivo para un ingeniero que un país de economía planificada. No fue el caso de Peter Akimovich Palchinsky.

Nacido en una familia acomodada en la época zarista, estudió en el elitista Instituto de Minería de San Petersburgo, donde se licenció con honores, pese a haber sido varias veces detenido por su militancia en organizaciones radicales.

Tras su graduación se le encomendó estudiar la caída de la producción de carbón en la cuenca del Don. Sin embargo, la tarea que se le encargó nada tenia que ver con la mecánica y el funcionamiento de las minas. Se le pidió la aparentemente más modesta tarea de estudiar la situación de los trabajadores. Al concluir su labor Palchinsky había abrazado el anarquismo y se había convertido en un entusiasta seguidor de las doctrinas de Kropopkin. Nada extraño si se tienen en cuenta las penosas condiciones de los trabajadores rusos en los albores del siglo pasado. Su actividad política y el fracaso de la revolución de 1905 determinaron, como sucedió a tantos otros, su destierro a Siberia, de donde logró huir e iniciar un largo recorrido por distintos países europeos, hasta que en 1913 regresó a Rusia al obtener el perdón del zar con motivo del tercer centenario de la dinastía Románov.

Con el tiempo Palchinsky se fue alejando de sus ideas anarquistas y llegó a convertirse en un ferviente partidario del Gobierno provisional que se constituyó tras el derrocamiento de la monarquía. La casualidad quiso que en la revolución de octubre se encontrara organizando la precaria defensa del Palacio de Invierno. Un mal comienzo en el nuevo régimen bolchevique que le hizo dar con sus huesos en la cárcel y que a duras penas le libraron de ser fusilado. La intervención de Lenin, advertido por un conocido de su etapa suiza de la utilidad de los conocimientos técnicos de Palchinsky, hizo que recuperara su libertad.

Nunca se llegó a integrar en el partido comunista, pero con algún otro paso por prisión y sorteando dificultades de muy variada índole, Palchinsky logró desarrollar un destacado papel en la modernización de la Unión Soviética, llegando a participar, de una u otra forma, en los tres grandes proyectos industriales de los primeros planes quinquenales: (a) la construcción en el cauce del río Dniéper de la mayor central hidroeléctrica del mundo (Dneprostroi); (b) la construcción de la mayor planta siderúrgica hasta entonces existente junto con la ciudad de Magnitogorsk (Magnitostroi); y (c) la excavación de un canal que comunicara el mar Blanco con el mar Báltico (Belomorstroi).

Sin embargo, sus consejos no fueron siempre atendidos. La inclinación soviética por la desmesura no se avenía con los criterios de Palchinsky. No terminaba de entender que fuera necesario levantar el mayor complejo siderúrgico mundial para terminar fabricando tenedores. También expresó sus serias dudas con el emplazamiento de estas monstruosas construcciones. Sostenía que antes de decidir sobre su localización se evaluaran los costes de transporte de la energía y las materias primas a sus destinos finales. Y desde luego, como sucedió, sobre todo, en la construcción del canal del mar Blanco, no podía aceptar que todas estas grandes obras de ingeniería se convirtieran en la triste sepultura de miles de trabajadores.

Palchinsky fue declarado enemigo de la revolución y ejecutado. Hay épocas en que la sensatez se paga cara.

El fantasma del ingeniero ejecutado. Loren R. Graham. Ed. Crítica.

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