Resulta curioso observar cómo, con el paso de los años y los siglos, algunas cosas parecen ofrecer una gran resistencia al cambio. Así, la primera impresión del extranjero que llega a Rusia es probablemente la misma que la experimentada por los viajeros de hace siglo y medio. La misma perplejidad por un idioma por completo desconocido y los caracteres cirílicos; el mismo paisaje, que se espera distinto y sorprendente y, sin embargo, resulta monótono y aburrido; la misma impresión de las iglesias rusas...
Todos estos elementos los podemos encontrar en la descripción que hace de sus primeras horas en Rusia Charles Lutwidge Dodgson, más conocido por el seudónimo por él usado para publicar su famoso libro sobre Alicia en el País de las Maravillas, Lewis Carroll, que visitó el país en 1867.
"El otro caballero era inglés; había vivido en Petersburgo quince años (...). Fue muy amable al responder a nuestras preguntas y nos dio numerosas explicaciones e indicaciones para ver Petersburgo, pronunciar el idioma, etc., pero nos describió unas perspectivas más bien funestas respecto a lo que nos aguardaba, pues, según dijo, muy pocas personas hablaban allí ningún otro idioma más que el ruso. Como ejemplo de las palabras extraordinariamente largas que contiene ese idioma, deletreó para mí la siguiente: защищающихся que escrita en letras inglesas es zashtsheeshtshayoushtsheekhsya. Esta alarmante palabra es el genitivo plural de un participio que significa "de personas que se defienden a sí mismas". (...)
Todo el país, desde la frontera rusa hasta Petersburgo, era absolutamente llano y falto de interés, salvo la ocasional aparición de algún campesino (...) y, de vez en cuando, una iglesia de cúpula circular y cuatro pequeñas cúpulas a su alrededor; los tejados pintados de verde y todo el conjunto semejando (como dijo nuestro amigo) unas vinajeras."
Estas y otras interesantes observaciones se pueden encontrar en el Diario de viaje escrito por Lewis Carroll y que ha publicado este año la casa editorial Nocturna. Sin desperdicio, por ejemplo, la escena del regateo para coger un taxi, que no parece haber cambiado tampoco en 150 años y que con cariño seguramente recuerda todo aquel que ha pisado tierra rusa...
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