domingo, 8 de noviembre de 2009

El Cumpleaños de Speransky

Cuentan que una vez al año, en el día de su cumpleaños, el influyente ministro de la época de Alejandro I, Speransky, se ponía una ropa vieja y raída y dormía sobre una tabla de madera, con la única comodidad de un sucio almohadón. Cuando le preguntaban el porqué de tal comportamiento, él contestaba que ahora estaba en un buen momento, en la cumbre de su carrera y en lo más alto del poder, pero que nunca había que olvidar de dónde venía... y donde se podía volver a caer en cualquier momento.
Y es que, de verdad, la vida de Mijail Speransky (1772-1839) estuvo llena de altibajos y sin duda podía dar lecciones sobre los vaivenes de la fortuna. De orígenes humildes pero dotado de una gran inteligencia, rápidamente destacó entre los estudiantes del seminario de Vladimir. Fue recomendado para servir como secretario de un personaje de cierta importancia en la corte de los zares y, desde entonces, su ascenso fue fulgurante. En poco menos de cuatro años, había pasado a convertirse en uno de los personajes más influyentes en los inicios del reinado de Alejandro. Entre 1801 y 1811 su estrella brilló con fuerza, convirtiéndose en el inspirador de las medidas liberales del joven Zar.
Con la guerra con los franceses, las veleidades liberales de Alejandro se enfriaron rápidamente y Speransky se convirtió en el blanco de todos aquellos que deseaban a toda costa el mantenimiento del Antiguo Régimen. En 1812, caído en desgracia, fue confinado en su propiedad en la región de Novgorod. Sólo volvió bastantes años más tarde, llegando a convertirse en el gobernador de toda Siberia, introduciendo reformas que fueron determinantes en esa región durante todo el siglo XIX. Su estrella, poco a poco volvió a brillar después de la caída y se convirtió de nuevo en uno de los consejeros principales de Nicolás I, llegando a ser el preceptor del futuro Alejandro II.
Ha pasado el tiempo y Speransky parece un personaje llamado a perderse en el olvido en el ovillo de la historia, a pesar de la importancia que tuvo en su momento y el carácter simbólico de su figura, por ser el autor del primer intento de dotar a Rusia de una Constitución. Quede, sin embargo, su vida como ejemplo de lo voluble de la fortuna. Y quede su día de penitencia anual como un modo inteligente de recordarnos a nosotros mismos hasta qué punto es frágil nuestra fortuna presente.

sábado, 24 de octubre de 2009

Zashtsheeshtshayoushtsheekhsya

Resulta curioso observar cómo, con el paso de los años y los siglos, algunas cosas parecen ofrecer una gran resistencia al cambio. Así, la primera impresión del extranjero que llega a Rusia es probablemente la misma que la experimentada por los viajeros de hace siglo y medio. La misma perplejidad por un idioma por completo desconocido y los caracteres cirílicos; el mismo paisaje, que se espera distinto y sorprendente y, sin embargo, resulta monótono y aburrido; la misma impresión de las iglesias rusas...
Todos estos elementos los podemos encontrar en la descripción que hace de sus primeras horas en Rusia Charles Lutwidge Dodgson, más conocido por el seudónimo por él usado para publicar su famoso libro sobre Alicia en el País de las Maravillas, Lewis Carroll, que visitó el país en 1867.
"El otro caballero era inglés; había vivido en Petersburgo quince años (...). Fue muy amable al responder a nuestras preguntas y nos dio numerosas explicaciones e indicaciones para ver Petersburgo, pronunciar el idioma, etc., pero nos describió unas perspectivas más bien funestas respecto a lo que nos aguardaba, pues, según dijo, muy pocas personas hablaban allí ningún otro idioma más que el ruso. Como ejemplo de las palabras extraordinariamente largas que contiene ese idioma, deletreó para mí la siguiente: защищающихся que escrita en letras inglesas es zashtsheeshtshayoushtsheekhsya. Esta alarmante palabra es el genitivo plural de un participio que significa "de personas que se defienden a sí mismas". (...)
Todo el país, desde la frontera rusa hasta Petersburgo, era absolutamente llano y falto de interés, salvo la ocasional aparición de algún campesino (...) y, de vez en cuando, una iglesia de cúpula circular y cuatro pequeñas cúpulas a su alrededor; los tejados pintados de verde y todo el conjunto semejando (como dijo nuestro amigo) unas vinajeras."
Estas y otras interesantes observaciones se pueden encontrar en el Diario de viaje escrito por Lewis Carroll y que ha publicado este año la casa editorial Nocturna. Sin desperdicio, por ejemplo, la escena del regateo para coger un taxi, que no parece haber cambiado tampoco en 150 años y que con cariño seguramente recuerda todo aquel que ha pisado tierra rusa...

martes, 13 de octubre de 2009

Anatoli Bukreev en el Everest

En el año 1996 cada vez eran más las personas que pese a no haberse asomado nunca antes a una gran cumbre lograban ascender la montaña más alta del planeta. Aunque la situación era en cierto modo paradójica no encerraba especial misterio. Todo lo necesario era contar con una buena condición física y los suficientes dólares como para comprar los servicios de un guía experto. No hace falta decir que fueron muchos los que vieron en esta combinación de dinero y ambición de aventura un buen negocio. Y no tardaron en aparecer empresas que, a cambio de una retribución nada desdeñable, ofrecían el asesoramiento y toda la infraestructura necesaria para convertir la ascensión al Everest en una plácida excursión campestre. Al menos eso es lo que parecía darse a entender en los anuncios publicitarios con los que se promocionaban. En ese ambiente a alguien le debió parecer buena idea inscribir a Jon Krakauer, un periodista que años atrás había sido un aceptable escalador, en una de esas expediciones comerciales al Himalaya, con el encargo de que a su regreso escribiera un artículo relatando su experiencia.

Y si el propósito de Krakauer era escribir un artículo desde luego tuvo suerte. Se encontró inmerso en una de las mayores tragedias en la historia de las ascensiones al Everest. Cinco personas murieron y otra quedó gravemente herida. De hecho, ante la magnitud del drama Jon Krakauer no tuvo suficiente con el artículo que inicialmente se le había encargado y al parecer se vio en la necesidad de escribir un libro, Mal de altura, que según explicaría más tarde estaba concebido como una especie de ejercicio terapéutico a través del cual pretendía aliviar su pesaroso ánimo tras los dramáticos acontecimientos en los que tan directamente se había visto involucrado. El oportunismo con el que se publicó el libro y su éxito de ventas invitarían a pensar que también se trataba de sanear la economía de su autor, porque el libro no pudo aparecer en mejor momento si el objetivo era despachar ejemplares y hacer caja.

En Mal de altura aparecen un variopinto número de personajes reales, a los que Krakauer, en su condición de narrador, discrecionalmente asigna un papel en la tragedia. En ese desigual reparto Anatoli Bukreev no tuvo excesiva suerte. Por momentos se le presenta como el principal responsable del rosario de desagracias que ese día se desencadenaron. Sin embargo, Bukreev no había organizado ninguna expedición ni desde luego había animado a nadie a participar en una empresa para la que probablemente no estaba capacitado. Pero es que además sin su intervención la relación de muertes hubiera sido mucho mayor.

Nacido en Rusia, Bukreev sufrió la falta de recursos económicos que deparó el colapso del sistema soviético, y el trabajo de guía era una forma de financiar su pasión por las montañas. A pesar de todo, y aunque en varias ocasiones tuvo que vender después de una expedición su precario equipo alpino para poder regresar a su país, en los años noventa, con una decena de ascensiones consecutivas a los más altas montañas del planeta, Bukreev estaba considerado uno de los mejores himalayistas del momento.

Su prestigio como montañero y sus portentosas condiciones físicas hicieron que fuera contratado para servir de guía en una expedición organizada por una agencia americana dedicada al turismo de aventura que no podía permitirse un fracaso ante sus clientes. Para asegurar el éxito de la empresa Bukreev hizo todo lo posible. Si Krakauer fue capaz de hacer cumbre en el Everest fue, en gran parte, gracias al trabajo de Bukreev, que se dedicó a equipar la ruta y a guiarle en el ascenso.

Sin embargo, Krakauer en su libro parece hacer descansar en Bukreev todo el peso de la tragedia. Entre otras cosas le reprocha el haber ascendido sin oxigeno suplementario y no haber esperado a los expedicionarios rezagados, cuando en verdad el oxigeno, que Krakauer consumía con la misma ansiedad que un drogadicto se inyecta heroína, era escaso, y el resto de los expedicionarios estaban escoltados por otros cuantos guías que también estaban encargados de su cuidado.

Bukreev permaneció en la cumbre del Everest una hora y luego emprendió el descenso, donde se encontró con el responsable de su expedición, Scott Fischer, quien aprobó su decisión de alcanzar el campamento de altura. En esos momentos ya se podían observar una masa inquietante de nubes que provenía de las montañas vecinas. Pocas horas después se había desencadenado una espantosa tormenta. En medio del temporal Bukreev salió en búsqueda de los montañeros perdidos. Nadie quiso acompañarle; pero tres de ellos nunca hubieran regresado sin su ayuda. Y al día siguiente, en un gesto de lealtad, volvió a por Scott Fischer, que para entonces yacía muerto a más de ocho mil metros de altitud.

Mientras Bukreev se jugaba su vida para salvar la de otros, Krakauer descansaba en su tienda. Por eso se hacen aún más incomprensibles sus invectivas. Desde luego, la personalidad del alpinista ruso y la del periodista americano no resultaban especialmente afines. A Bukreev le gustaba decir que para él las montañas no eran estadios donde satisfacer su ambición de éxitos deportivos, sino catedrales donde practicar su religión. Y seguramente la presencia de Krakauer ese día en la cima del Everest no era otra cosa que una profanación.

Mal de Altura. Jon Krakauer. Ed. Desnivel.
Everest 1996. Anatoli Bukreev y G. Weston De Walt. Ed. Desnivel
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domingo, 27 de septiembre de 2009

Popsá

Popsá es el nombre despectivo que recibe en Rusia un cierto estilo de música popular, surgido en los últimos años de la Unión Soviética y que aún hoy goza de gran popularidad. Los pioneros del género fueron grupos como Laskovy May y solistas como Zhenia Belausov, que establecieron sus características principales: cantantes guapos (y glamurosos, para los estándares de la época), unas melodías y una instrumentación fáciles, unos ritmos bailables y (supuestamente) occidentales y unas letras escapistas, de amores y desamores de eterna adolescencia... Desde finales de los noventa, el testigo fue retomado por grupos como Ruki Vverj o Ivanushki International.
Quizá el mejor modo de entender lo que había detrás del popsá es ver la parodia del dibujante Oleg Kubaev, cuando hace aparecer a su más famoso peronajes, la inefable Masianya, en la grabación de un vídeoclip de este estilo.

domingo, 20 de septiembre de 2009

El Transiberiano en una Radio Española

He aquí algunas de las joyas que se pudieron escuchar el 14 de agosto en el programa Hoy por Hoy de la Cadena Ser (sí, en la Cadena Ser; no un un programa por ahí de radioaficionados...), casi todas en ellas en los labios de un tal José Luis Angulo. El tema: el transiberiano... aunque el avezado lector en seguida entenderá que el Sr. Angulo jamás ha hecho el transiberiano y, si es que alguna vez ha estado en Rusia, no se puede decir que le aprovechara mucho...
"Dostoyevski es, para mi gusto, el tipo [sic] que más, que mejor ha reflejado el alma soviética." Nótese que Dostoyevski murió en 1881, es decir, 36 años antes de la revolución de octubre.
"Hay un cacharro [sic], el samovar, que es ese útil que, ya a partir del Asia Central utilizan todos los países". Nuestros amigos rusos nos aseguran, en contra de la opinión de J. L. Angulo, que en Asia Central no se usa, que el samovar es un objeto típicamente ruso, como la balalaika y las matrioshkas...
"Esto que está sonando [por debajo suena el estribillo de la alegre canción "Optimismo" del grupo Grazhdanskaya Oborona: "...pronto moriré, pronto moriré..."] es, por lo visto, uno de los grupos favoritos de Dmitri Medvedev, que es un gran aficionado a la música heavy y al rock duro en general, y Putin dicen que también lo es."
"Javarovsk, una de la ciudades más bonitas, quitando San Petersburgo. Fue una ciudad muy rica, una ciudad parisina, con grandes edificios, con grandes avenidas, con mucho dinero (...) una ciudad muy fría en invierno, estaríamos hablando de 40 ó 45 grados bajo cero". En fin, comparar Javarovsk con París no se le habría ocurrido ni a los propagandístas más entusiastas de la época soviética... A lo que se añade, para dar ambiente, el dato sobre la temperatura...
"La tercera clase, sólo válida para los rusos..."
"Toda esta zona siberiana está plagada [sic] de grupos étnicos y tiene gran importancia la religión chamánica..."

viernes, 18 de septiembre de 2009

Peter Palchinsky y la industrialización soviética


Habrá quien piense que nada podría resultar más atractivo para un ingeniero que un país de economía planificada. No fue el caso de Peter Akimovich Palchinsky.

Nacido en una familia acomodada en la época zarista, estudió en el elitista Instituto de Minería de San Petersburgo, donde se licenció con honores, pese a haber sido varias veces detenido por su militancia en organizaciones radicales.

Tras su graduación se le encomendó estudiar la caída de la producción de carbón en la cuenca del Don. Sin embargo, la tarea que se le encargó nada tenia que ver con la mecánica y el funcionamiento de las minas. Se le pidió la aparentemente más modesta tarea de estudiar la situación de los trabajadores. Al concluir su labor Palchinsky había abrazado el anarquismo y se había convertido en un entusiasta seguidor de las doctrinas de Kropopkin. Nada extraño si se tienen en cuenta las penosas condiciones de los trabajadores rusos en los albores del siglo pasado. Su actividad política y el fracaso de la revolución de 1905 determinaron, como sucedió a tantos otros, su destierro a Siberia, de donde logró huir e iniciar un largo recorrido por distintos países europeos, hasta que en 1913 regresó a Rusia al obtener el perdón del zar con motivo del tercer centenario de la dinastía Románov.

Con el tiempo Palchinsky se fue alejando de sus ideas anarquistas y llegó a convertirse en un ferviente partidario del Gobierno provisional que se constituyó tras el derrocamiento de la monarquía. La casualidad quiso que en la revolución de octubre se encontrara organizando la precaria defensa del Palacio de Invierno. Un mal comienzo en el nuevo régimen bolchevique que le hizo dar con sus huesos en la cárcel y que a duras penas le libraron de ser fusilado. La intervención de Lenin, advertido por un conocido de su etapa suiza de la utilidad de los conocimientos técnicos de Palchinsky, hizo que recuperara su libertad.

Nunca se llegó a integrar en el partido comunista, pero con algún otro paso por prisión y sorteando dificultades de muy variada índole, Palchinsky logró desarrollar un destacado papel en la modernización de la Unión Soviética, llegando a participar, de una u otra forma, en los tres grandes proyectos industriales de los primeros planes quinquenales: (a) la construcción en el cauce del río Dniéper de la mayor central hidroeléctrica del mundo (Dneprostroi); (b) la construcción de la mayor planta siderúrgica hasta entonces existente junto con la ciudad de Magnitogorsk (Magnitostroi); y (c) la excavación de un canal que comunicara el mar Blanco con el mar Báltico (Belomorstroi).

Sin embargo, sus consejos no fueron siempre atendidos. La inclinación soviética por la desmesura no se avenía con los criterios de Palchinsky. No terminaba de entender que fuera necesario levantar el mayor complejo siderúrgico mundial para terminar fabricando tenedores. También expresó sus serias dudas con el emplazamiento de estas monstruosas construcciones. Sostenía que antes de decidir sobre su localización se evaluaran los costes de transporte de la energía y las materias primas a sus destinos finales. Y desde luego, como sucedió, sobre todo, en la construcción del canal del mar Blanco, no podía aceptar que todas estas grandes obras de ingeniería se convirtieran en la triste sepultura de miles de trabajadores.

Palchinsky fue declarado enemigo de la revolución y ejecutado. Hay épocas en que la sensatez se paga cara.

El fantasma del ingeniero ejecutado. Loren R. Graham. Ed. Crítica.

domingo, 13 de septiembre de 2009

Ese Gran Desconocido

Rusia sigue siendo, en parte, un gran desconocido. Rusia (su cultura, sus gentes) se halla en un interesante punto intermedio en el continuo entre lo conocido y lo desconocido. Porque, por un lado, el sostenido interés por los asuntos rusos (antes soviéticos) ha hecho que dispongamos de muchas más fuentes de información, sobre todo ahora que se trata de un país mucho más abierto. Pero, por otro lado, sigue produciendo acontecimientos, modos de pensar, personalidades extraordinarias que llaman poderosamente la atención del público y producen una fascinación que no parece haber decaído con la desaparición de la Unión Soviética.
A diferencia de otros territorios puramente exóticos, de Rusia parecemos conocerlo todo... y sin embargo no deja de sorprendernos. Si estuviéramos hablando de, pongamos, Papúa Nueva Guinea estaríamos predispuestos a lo exótico/extraordinario. Si estuviéramos, por ejemplo, en París, claramente el territorio de lo extraño y fuera-de-lo-común estaría muy muy acotado. Rusia tiene, sin embargo, esa fascinación que produce que de lo conocido/accesible surja lo excepcional/fascinante.
Y, esta tierra fronteriza entre lo conocido y lo desconocido/extraordinario es territorio abonado para la aparición de charlatanes, cantamañanas, expertos recién salidos del horno, etc. Que, porqué negarlo, también tienen su encanto... La historia de las mixtificaciones sobre Rusia es bien larga, empezando por el archiconocido viaje del Marqués de Custine. Pero, basta por hoy. Estoy seguro de que volveremos sobre el tema. En el próximo artículo, un mixtificador de poca monta de la radio española actual, para ilustrar de un modo divertido lo escrito aquí...

domingo, 16 de agosto de 2009

Empieza a Andar Letras de Rusia

Comienza su andadura el blog Letras de Rusia. Su objetivo es dar a conocer algunas de las realidades de Rusia, que sigue siendo en gran medida una gran desconocida. En él, intentaremos dar a conocer nuestra visión de la literatura, la cultura, la música, la geografía y, por qué no, la política rusas.
El nombre del blog hace referencia por un lado a las letras del alfabeto cirílico, que pueden quedar para el lector en lengua española como el símbolo de una cultura lejana desde el punto de vista cultural. Hace referencia, además, a una cierto carácter epistolar, pudiendo encontrar en él ecos, historias, curiosidades, etc. que irán apareciendo periódicamente, como correspondencia efectivamente recibida desde Rusia. Letras de Rusia evoca, por último, un cierto carácter literario, territorio este en el que, curiosamente, tanto el lector en lengua española como el ruso suelen encontrar puntos en común.