lunes, 14 de junio de 2010

La Guerra y la Paz de Zapatero

Vuelve a estar de moda L. N. Tolstoi. Además del libro publicado por Nortesur con los recuerdos de Máximo Gorki sobre el autor de Anna Karenina, acaba de estrenarse una película con el aparentemente poco atractivo argumento de los últimos días del escritor ruso y su conflicto final con su mujer, Sofia Andreevna.
Pero no teman: estamos casi seguros de que será una moda pasajera y, dentro de unos pocos días (semanas en el mejor de los casos), las cosas volverán a su cauce normal y Tolstoi volverá a ser patrimonio exclusivo de adolescentes a los que algún profesor entusiasta tratará de hacérselo leer...
En estos días de tribulación de la economía española, sin embargo, quizá merecería la pena desempolvar la (por otro lado más que discutible) teoría de Tolstoi, expuesta en Guerra y Paz, sobre la futilidad de los esfuerzos e iniciativas de los grandes hombres de Estado, marionetas, según Tolstoi, en manos de la Historia.
Cada vez que hemos visto a Zapatero estos días podríamos haber recordado al Napoleón de Guerra y Paz -a él y al resto de príncipes, generales, etc.-, que creíanse poderosos, como si de sus decisiones dependiera el destino de millones de personas y de países enteros... Cuando, en realidad, eran poco más que una hoja en el viento de la Historia.
Así aparecían el otro día Felipe y Zapatero -ya, a día de hoy, tan reliquia el uno como el otro- a los que tantas veces hemos visto defender lo contrario de lo que se proponían hacer, prisioneros de las circunstancias y, sin embargo, defendiendo a capa y espada su papel histórico, la conciencia de estar tomando las decisiones que necesita el país, etc. etc.
Ninguna escena de la actualidad confirmaría mejor la teoría de Tolstoi...

lunes, 24 de mayo de 2010

Cadillac Solitario

Recientemente se ha conocido la intención de las más altas magistraturas de la Federación Rusa de abandonar los automóviles de importación como coches oficiales, para volver a utilizar las limusinas de las fábricas rusas de toda la vida. La idea ha recibido toda clase de parabienes -a los que no tenemos ninguna clase de problema en unirnos- posibilitando el ejercicio, tan querido por los rusos (pero no exclusivo de ellos), de la fascinación por el poder.
Siguiendo este hilo, la agencia Ria Novosti ha publicado una curiosísima serie histórica de fotografías en las que pueden verse los coches oficiales (y no tan oficiales) de los líderes soviéticos y los de la Rusia contemporánea: desde los Rolls Royce de Lenin, hasta los todoterrenos de Vladimir Putin.
La serie contiene un pie de foto que, en tres líneas cuenta una historia fantástica: una anécdota increíble de los tiempos de la guerra fría. Aunque en este caso es como "la guerra fría al revés". La historia de cómo el Secretario General del Partido Comunista más importante del mundo usó a su servicio diplomático para conseguir un Cadillac Eldorado, del que se había encaprichado. Y de cómo su homólogo americano consiguió que se montara un modelo exclusivo para Brezhnev en tres días y, al cuarto día, se enviara a Moscú para que estuviera listo para su visita. ¡Sorprendentes tratos entre tan feroces enemigos...!
La historia es también un ejemplo de cómo la permanencia excesiva en el poder provoca una pérdida alarmante de contacto con la realidad y de las virtudes, pues, de limitar la estancia en esos altos cargos, sean estos de líderes de partidos únicos o de las más asentadas democracias.

lunes, 17 de mayo de 2010

Back to the Future

Hace unos días, el 9 de mayo, Rusia celebró el 65 aniversario de la Victoria en la II Guerra Mundial. Sigue siendo ésta una conmemoración muy querida por los rusos (y, según y como, también en muchas de las antiguas repúblicas soviéticas). La fiesta, además, ha vivido un renacer desde comienzos de este siglo, coincidiendo con la política de reafirmación nacional del Presidente Putin y un cierto renacer del orgullo nacional ruso. Si los noventa fueron años de rechazo al pasado soviético, los primeros años del siglo XXI presenciaron un revival cada vez más abierto de todo lo que tenía que ver con la URSS.
Como ejemplo, en 2005, se inició una campaña de reivindicación de la Victoria en la II Guerra Mundial (o Gran Guerra Patria, como se conoce habitualmente en Rusia a esta contienda). La campaña fue iniciada por la agencia estatal de noticias RIA Novosti y consistía en portar una cinta negra y naranja (la "cinta de San Jorge", que reproducía los colores de la cinta usada en las medallas "a la Gloria" concedidas durante la guerra) y tuvo inmediatamente un gran éxito, haciéndose omnipresente en coches, bolsos, etc.
Este año, el desfile de la Victoria, ejecutado como sólo los rusos saben hacerlo, ha sido seguido por muchos medios de comunicación internacionales por que en él, por vez primera, han participado soldados de la OTAN, con la visita destacada de la Canciller alemana Angela Merkel. Fuera de las fotos oficiales, es posible hacerse una idea aproximada de lo que podría haberse observado ese día en las calles de Moscú con las fotos de Ilia Varlamov. Son una buena ilustración -con esa profusión de retratos de Stalin mostrados por los nostálgicos del antiguo régimen- del papel controvertido de la Unión Soviética y el significado de su victoria en la II Guerra Mundial.
Quedémonos, sin embargo, con la mirada eternamente orgullosa y entusiasta de los veteranos, a los que pronto se echará de menos en esas mismas calles de Moscú.

sábado, 6 de marzo de 2010

Hugo Schmeisser en Izhevsk

Entre 1946 y 1952 los habitantes de la provinciana ciudad de Izhevsk convivieron con un grupo de especialistas alemanes que llegaron allí con sus familias. El más ilustre de aquel grupo era el famoso diseñador de armas Hugo Schmeisser. Ni la época, ni la ciudad, ni el origen de aquellos visitantes eran casuales.
En aquella época, se podían encontrar en las ciudades de la Unión Soviética muchos alemanes que trabajaban en la reconstrucción del país, destrozado por la guerra. No eran, como puede suponerse, trabajadores voluntarios. Se trataba bien de prisioneros de guerra, bien de especialistas y técnicos traídos de Alemania desde las zonas de ocupación soviética. Unos y otros pudieron regresar a sus casas sólo en los años 50.
La ciudad a la que tuvo que encaminarse el grupo de Schmeisser, Izhevsk, era uno de los mayores centros de la industria armamentística soviética. La ciudad, casi desde sus orígenes, estaba especializada en la fabricación de armas y a ella, un año más tarde, llegaría para empezar a fabricar su mítico AK-47, el archiconocido diseñador de armas soviético Mijail Kalashnikov. Nada dice este último en sus memorias sobre Schmeisser, pero no cabe duda de que se conocieron y de que los conocimientos e investigaciones del alemán serían del máximo interés para los diseñadores de la URSS. No en vano Schmeisser había sido el creador, en 1944, del que se considera primer fusil de asalto de la historia, el Sturmgewehr 44.
La historia de cómo transcurrieron esos años de exilio y trabajo forzoso más allá de los Urales se ha perdido, envuelta seguramente en los secretos de la industria militar soviética. Quizá aparezca alguna vez como dicen que encuentran cartas y objetos de los soldados alemanes los actuales propietarios de los pisos de los rascacielos estalinistas de Moscú cuando hacen alguna obra...

domingo, 8 de noviembre de 2009

El Cumpleaños de Speransky

Cuentan que una vez al año, en el día de su cumpleaños, el influyente ministro de la época de Alejandro I, Speransky, se ponía una ropa vieja y raída y dormía sobre una tabla de madera, con la única comodidad de un sucio almohadón. Cuando le preguntaban el porqué de tal comportamiento, él contestaba que ahora estaba en un buen momento, en la cumbre de su carrera y en lo más alto del poder, pero que nunca había que olvidar de dónde venía... y donde se podía volver a caer en cualquier momento.
Y es que, de verdad, la vida de Mijail Speransky (1772-1839) estuvo llena de altibajos y sin duda podía dar lecciones sobre los vaivenes de la fortuna. De orígenes humildes pero dotado de una gran inteligencia, rápidamente destacó entre los estudiantes del seminario de Vladimir. Fue recomendado para servir como secretario de un personaje de cierta importancia en la corte de los zares y, desde entonces, su ascenso fue fulgurante. En poco menos de cuatro años, había pasado a convertirse en uno de los personajes más influyentes en los inicios del reinado de Alejandro. Entre 1801 y 1811 su estrella brilló con fuerza, convirtiéndose en el inspirador de las medidas liberales del joven Zar.
Con la guerra con los franceses, las veleidades liberales de Alejandro se enfriaron rápidamente y Speransky se convirtió en el blanco de todos aquellos que deseaban a toda costa el mantenimiento del Antiguo Régimen. En 1812, caído en desgracia, fue confinado en su propiedad en la región de Novgorod. Sólo volvió bastantes años más tarde, llegando a convertirse en el gobernador de toda Siberia, introduciendo reformas que fueron determinantes en esa región durante todo el siglo XIX. Su estrella, poco a poco volvió a brillar después de la caída y se convirtió de nuevo en uno de los consejeros principales de Nicolás I, llegando a ser el preceptor del futuro Alejandro II.
Ha pasado el tiempo y Speransky parece un personaje llamado a perderse en el olvido en el ovillo de la historia, a pesar de la importancia que tuvo en su momento y el carácter simbólico de su figura, por ser el autor del primer intento de dotar a Rusia de una Constitución. Quede, sin embargo, su vida como ejemplo de lo voluble de la fortuna. Y quede su día de penitencia anual como un modo inteligente de recordarnos a nosotros mismos hasta qué punto es frágil nuestra fortuna presente.